lunes, 7 de marzo de 2011

Los jipitanos, la ladybird y el imperdible

Esta historia comienza con un pulpo y termina con unas alitas de pollo. El pulpo que se habían comprado estos en una pescadería de Ámsterdam gracias a la inestimable ayuda de unas señoras mayores de origen gallego a las que Sento enseña a utilizar el móvil táctil (una odisea según el, doy fe, todos saben que era profesor de informática para jubilados, antes de venir aquí). Pulpo y choco… no nos olvidemos… el cocinero para ser de Logroño muy bien. 40 minutos justos. Pulpo a “feira” y a la vinagreta (que no lo había probado así nunca), el choco no me acuerdo, pero estaba bueno. Después de esto una partida al poker. Hacia mil y un años que no jugaba. Gané. Al final solo nos quedamos Ana y yo y a la segunda mano nos lo jugamos todo al “all in”, gané con un trío de 5. Unas risas y a dormir, que la idea era levantarse temprano ir al super, coger a Alba y tirar millas dirección sur. El viaje medio adormilado pero rápido, dos horitas mas o menos. Cuando llegamos a Maastricht y salimos del coche – 2 grados máximo. Sabíamos que lo íbamos a pasar mal, pero aun asi lo dimos todo. La ciudad engalanada de rojo, amarillo y verde. Que dices tu, esto es mu reggae, mu del color del Bob Marley, y la gente por la calle con ropajes de los mismos colores, pasacalles con disfraces de los mismos colores… oye pos será la bandera. Pos no. Son los colores del carnaval de Maastricht, nos lo contó un asturiano afincado en la ciudad desde hace mas de 42 años que nos encontramos en un bar y nos invito a unas birras. Ahí ya estábamos el equipo completo y con el calimotxo hecho (que no era “el conquistador” pero era de carton) y recorrido media ciudad. El equipo consistía de 4 jipitanos (Sento y primo Jordi y Paula y prima Roser) la ladybird (alba) y yo… el imperdible (no literalmete, pero iba de naranja con reflectantes, por no perder los orígenes y un gorro de papanuel, vamos que era imposible perderme). Nos dimos un rule alrededor para sacar dinero y mientras pasábamos por delante de un bar a la 1 de la tarde ponían la “cucaracha” y tenia buena pinta. Y dirás tu, pos oye nos podemos tomar ahí un vino… pos no!! Entramos, una birra y a los cinco minutos estábamos bailando el waka waka que le habíamos pedido al dj… Si es que no se nos puede dejar empezar a beber a las 11 de la mañana, luego así andamos. Nada que eran las 3 y aun estábamos allí, dándolo todo, rellenando el vaso desde la mochila con motxo y birra. A las 4 empezaba el cotarro, en un recinto cerrado, en el que supuestamente no podías meter bebidas, vimos a unos pasando una bolsa por encima de la valla.. Ese era el método, el Jordi se metió dentro, Sento le paso la bolsa y a jugar. Casi nos cacha la policía, pero entramos por la salida y nadie nos registró. No se que hicimos hasta que se hizo de noche, creo que volvimos al bar de la cucaracha hasta las 7 u 8 de la tarde y después encontramos una plaza en la que estuvimos tiraos hasta que decidimos tirar de nuevo. Entre medias hable con el Juanma, al que luego me encontré y no volví a ver mas, y un tipo que parecía recién llegado de New Orleans se comió unos Sándwiches con la Ladybird. Entre paradas para comer (patatas, McDonald, sándwiches, gofres….) y los pasos por el bar de la cucaracha paso parte de la noche. Después de un bar de viejos bailando pasodobles “in dutch” esa música folclórica holandesa que aun me retumba en la cabeza, encontramos el bacalao del bacalao. Corría la droga por cuanta esquina había… y la mayoría de los que allí estaban italianos y españoles.. Como no. El turco italiano, el calvo que se quería follar el bafle, el trapichero, todos los que hablaban español sin serlo, el Jordi buscando sitio pa dormir…en fin… el ultimo garito. Salí porque ya estaba de mala ostia allí dentro. Sentado en la calle conocí a varios personajes, el rumano que se marcho con la francesita y volvió solo a los 5 min, el mallorquín de Erasmus en Innsbruck, el trapichero de la moto… Y ahí fue cuando vi “LA BICICLETA”. Una bicicleta que brillaba esplendorosa en la calle. Apoyada sobre su pata y sin candar. La primera persona que salió del bar se quedo embobada mirándola… oooh que bicicleta mas bonita, es como la que me acabo de comprar. Píllatela que esta sin candar. No que yo no soy de robar. Y después de este verso sin nombre apareció Jordi. El cual embobado mirándola le dije, esta sin candar, se puede robar. Y el después de temblar, dijo: “pos me la llevo”. Con tan mala suerte que se la llevo en dirección contraria a donde teníamos el coche. Asique anduvimos como 2 horas perdidos por Maastricht para encontrar el estación de tren. Sento hablaba de para la derecha y ala izquierda. Yo le decía, NO, para el otro lado. Después de preguntar, el que tenía razón era yo. Por el camino de vuelta nos encontramos, cabras, cisnes un burro, una tirolesa borracha tirada en la acera, hermosos canales… Al llegar a la estación llamamos a las jipitanas y la ladybird que se habían pirado antes y las pobres estaban en un hostal. Nos supo mal que no hubiesen podido coger el tren a su hora para volver a Ámsterdam. No podíamos dormir en el parking y la bici había que meterla en el coche, asique lo metimos todo y arrancamos. Con tan mala suerte que en un momento dado, la ciudad desapareció y alrededor solo había campos yermos y bastas praderas oscuras e íbamos pasando pueblos sin ton ni son. Pedí el mapa, estábamos camino de Bélgica. Paramos en un polígono industrial, sacaron la tienda y dormimos todos en el coche, como si de un tetris se tratara. Dormir birra dormir. Ya con sol y con la tienda metida de nuevo en el coche tiramos millas hacia la capital de nuevo. El día fue de domingo. Tiraos roncando a ratos, comiendo a ratos y fumando a ratos, una guitarra eléctrica, una pata de cabra. Un pin pon… la mesa más pequeña se nota demasiado y la cena unas alitas de pollo y el monologo. La siesta del borrego y con sol esta mañana directos a casa. ¿Qué clase de historia estaría contando ahora si no hubiésemos tenido pre-departure training? No lo sé, pero estoy seguro de que no la cambiaba.

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